Los recientes hechos de violencia que volvieron a perturbar la tranquilidad en los espectáculos deportivos llevaron al límite la inteligencia de la alcaldesa de Bogotá: decidió que la solución era cerrar el estadio para determinados encuentros.
Lo cierto de todo es que la alcaldesa no es la única a la que se le ocurre que la solución para que el ratón no se coma el queso es botar el queso a la basura; las reacciones autoritarias a esta clase de problemas son bastante frecuentes, predecibles y ampliamente respaldadas porque políticamente lo que más suele vender es el espejismo de la mano dura que con muy notoria facilidad arrebata los aplausos de las muchedumbres indignadas.
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