A Medellín llegó una cámara de seguridad con reconocimiento facial y alimentación eléctrica a través de enormes paneles solares que el alcalde llamó “Robocop”. La flamante cámara se puede transportar gracias a un pesado remolque y se instala a través de un mástil que se despliega por medio de una manivela que debe ser operada manualmente. En resumen, nada que nos recuerde al “heroico policía de acero”.
Esta clase de gastos que se tratan de justificar en el mejoramiento de la seguridad obedecen a la muy limitada lógica de la política criminal que en otros países han denominado “tolerancia cero” y consiste en la creencia de que pintando fachadas, arreglando ventanas rotas, mejorando la iluminación e instalando cámaras de vigilancia la delincuencia desaparece como dicen algunos que desapareció en Nueva York durante el gobierno de Rudolph Giuliani, que tanto quiso ser imitado en ese mismo aspecto por el exalcalde Federico Gutiérrez, imitado ahora por Quintero.
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